poemas Isabel Abalo

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Presentado por Poemas del Alma

miércoles, 22 de julio de 2015

despegue helicóptero

Auxilio en la playa


Iba con mi cámara, siempre voy con ella. Hoy en día que todo el mundo lleva un móvil, yo llevo mi cámara, porque me permite ver de cerca, guardar imágenes que nunca más podré ver. 

A veces encuentro cosas en los paseos, que me gusta guardar para siempre, esas imágenes que de alguna forma se hacen tan hermosas y al mismo tiempo tan frágiles, desaparecen en solo un instante, ese instante que a mi me gusta guardar.

Aquel día vi llegar el helicóptero, lo quise guardar también.

Después supe que la mujer había muerto, allí, en la misma orilla de la playa
 de las carolinas, allí en medio de un montón de gente, fue rápido.

Rápidos también llegaron al auxilio inútil porque no se pudo hacer nada.

Al regresar del paseo solo quedaba la arena en la acera, la arena que el helicóptero había levantando y que cubría el paseo, la gente seguía en la playa, recogía sus toallas, casi al unísono regresaba y todo seguía como siempre, nada había cambiado. Enseguida nos vamos, no tardamos nada, y nada cambia.




martes, 21 de julio de 2015

veintiuno de julio y quince

Quisiera contar antes de que sea demasiado tarde, no quiero dejarlo todo olvidado con el tiempo.
Comenzaré el día de verano, no se cuantos años tenía yo, recuerdo el camino.
Vivíamos en una casa al lado de la playa, casa que tenía un patio de cemento y que en  mi recuerdo todavía no estaba cerrado.
Yo iba para casa, hacia la carretera con mi casa en la derecha, subiendo el camino siempre largo y estrecho todavía, para mi tamaño por entonces demasiado largo. El bajaba, lentamente, hacia abajo, dirección contraria.
Me llamó la atención primero su mirada, miraba de frente, a lo lejos , mientras caminaba recto y sin ritmo, como volando en el aire. Su paso a mi lado, silencioso, rápido, y eso hizo que girara yo la cabeza, quería verlo caminar por detrás. Como era por detrás. Cuando miro, y no veo nada.

Nunca dije nada.

Otra vez, soñé, alguien me acompañaba, esta vez hacia la carretera por un camino que bajaba hacia mi casa desde lo alto. No es mucha altura pero recuerdo el camino tal cual estaba por aquel entonces, lleno de piedras y hendiduras de las lluvias. Bajábamos caminando y charlando. El se empeñaba en darme unos filetes para comer, yo no los quería porque estaban crudos, y el tanto insistió que tuve que aceptarlos.
Llegando ya delante de casa, se quedó mirando el patio, que le han echo? preguntó. Le han puesto cemento comenté.
Se despidió , yo me despedí.
Pero cuando desperté no dije nada. Y un día, pregunté si el abuelo era como en las fotos cuando murió, mi abuela me contestó que no, que estaba mas gordito entonces le dije que lo había visto. Si, lo había visto, estaba mas gordito pero era el, me acompañó a casa  y me dio una bolsa de filetes. Fue entonces cuando supe quien me había acompañado.

La tercera vez que yo recuerde fue cuando comento en casa a mi madre, mama, veo siempre al padre de la cuñada de Isabel en la calle, todos los días lo veo, se lo comenté por la insistencia en que lo veía. Mi madre me contestó no puedes verlo porque hace ya tiempo que murió. Y nunca más lo volví a ver.

Luego pasaron los años, y no volvió a pasarme nada.
Hasta los catorce.
Recuerdo en la cama, con mi hermana. Dormíamos en unas camas gemelas, ya en un piso que mis padres habían comprado, en una habitación ubicada al final de las divisiones, al final del pasillo. Era ya tarde y oscuro sin luz, estando las dos en la misma cama, vimos como algo entraba por la puerta cerrada, alguien. Su forma en la oscuridad se distinguía por su tono negro diferente que marcaba su figura sin mas , la cabeza, y ropa si . Era hombre. Nos miró sin poder ver su cara vimos su giro. Las dos a un tiempo nos tapamos la cara, la cabeza cuando vimos que se acerca a la cabecera.. Y al rato , le pregunté viste lo mismo que yo? ella me contestó lo vi. La forma.

Ya la siguiente vez yo tenía una hija pequeña. Mi primer marido. En la casa, al lado de la playa, y un perro grande pero cría. Pequeño pero de gran tamaño juguetón que no paraba de entrar en la casa y no paraba yo de echarlo a la huerta. Aquella noche yo sentía que algo había en casa, no entraba yo en aquel momento. La insistencia del entonces mi marido por hacerme entrar y ver que no lo hacía hizo que el lo pensara bien, cogió al perro e hizo que entrara y no pudo, porque el perro no entraba y crecía en el perro mucha fuerza, tanta, que no pudo hacerlo pasar por aquella puerta que daba de la cocina al resto de la casa.

Ya la  penúltima que recuerdo , fue también por aquel tiempo . Una invitación de una amiga a ver su casa, casa de varios pisos y que me dio miedo entrar, pero que a medida que me enseñaba los otros pisos, cada vez que subía uno el miedo crecía en  mí. Algo estaba allí.
Ya el último piso no llegué a subir, me quedé en el descanso imposible un paso mas, y desde abajo la veía a ella enseñándome extrañada las cuatro puertas que desde el pasillo se veían indicándome las habitaciones y enfrente a un mueble que de repente abrió sus puertas.
Nunca más volví allí.
Mi amiga murió, yo sabía que si volvía con su marido se moría, no porque el la matara sino porque le quitaba la vida, a disgustos y con tratamientos se murió ella. Yo sabía que si volvía se moría.
Un día el año pasado la vi en el cementerio, nadie me dijo que se moría, lo supe porque la vi .
La  última fue la mas hermosa.
Algo oí de tres Cristos aparecidos en el mar. Uno en Carril, otro en Muros y un tercero que no encontraba.
En uno de mis viajes de casualidad lo encontré en Valencia.
Y tengo los tres en casa.
Fueron años buscando y de casualidad pura que entré en aquella Iglesia, sin más, y que en aquel momento estaba abierta, porque hoy en día no  están accesibles todo el día, aquel día en aquel momento entré, lo vi, fui , leí, tantos años, y allí estaba. Me dieron una estampa, y oí parte de una misa , no lo creía.
El beso de despedida de  mi hermana a mi hija , poco después de que mi hermana muriera.
Cuando mi abuela vio a mi hermana antes de morir, que la venía buscar.
Del que nunca he vuelto a saber es de mi hermano que también murió, pero sé que está con sus hijas y feliz . Cuida de ellas. Un beso Paco.
Papa, te quiero.










lunes, 20 de julio de 2015

veinte de julio y quince

En esta pena que hay
que nadie sabe escuchar
quisiera decirte algo
que nunca escucharás.

Hay a una edad una especie de ceguera, que se suele disipar.
Es ahí, donde comienza la madurez.

Hay a una edad un momento en que pierdes la esperanza.
Es ahí, donde te haces vieja.

Doy gracias por la ceguera del alma, por este saber no ver que he tenido. Porque me permitió luchar sin sufrir.
También doy gracias porque se haya ido . Porque me permitió sufrir con razón.